Sebastián Piñera, fallecido en un accidente de helicóptero a los 74 años, fue un empresario chileno que hizo una fortuna introduciendo las tarjetas de crédito en su país en los años 80 y luego ejerció dos mandatos como presidente, de 2010 a 2014, y de 2018 a 2022.
Durante las dos décadas posteriores al fin de la dictadura del general Augusto Pinochet en 1990, Chile ofreció un modelo exitoso de economía abierta y de libre mercado y de reforma social gradual bajo gobiernos de centro izquierda. La gente mejoró y millones fueron a la universidad por primera vez, aunque en 2010, en gran parte debido a la crisis financiera mundial de 2007-08, el ritmo de crecimiento se había desacelerado.
Piñera, a quien le gustaba señalar que había votado en un referéndum de 1988 en contra de permitir que Pinochet permaneciera en el poder, entró en la política presentándose como representante de una nueva generación de liderazgo conservador de centro-derecha (llamó a su filosofía “humanismo cristiano”). que rechazó el legado represivo de Pinochet. Prometiendo ser un “presidente emprendedor”, continuó en términos generales el enfoque consensuado de sus predecesores de centro izquierda.
La economía floreció durante su mandato a pesar de un terremoto de magnitud 8,8 que se produjo en febrero de 2010, unos días antes de que asumiera el cargo, que se cobró más de 500 vidas y causó daños por miles de millones de dólares. En octubre del mismo año apareció en las pantallas de televisión de todo el mundo durante el rescate de 33 mineros que quedaron atrapados bajo el desierto de Atacama durante 10 semanas.
Sin embargo, si bien Chile se había convertido en el país más rico de la región, también era el más desigual. Frente a un poderoso movimiento estudiantil enojado por el costo de la educación superior, Piñera, que a menudo parecía rígido y antipático en público, tuvo problemas políticos.
Su sucesora (y predecesora), Michelle Bachelet, cedió a las demandas de los estudiantes y se movió hacia la izquierda. Cuando uno de sus aliados se comprometió a llevar una “retroexcavadora” al “modelo neoliberal” de Pinochet, ella no puso objeciones e impulsó una serie de reformas fiscales, educativas y laborales diseñadas para promover una mayor igualdad social. Las empresas se asustaron; la inversión cayó; El crecimiento económico, que había promediado el 5,3 por ciento anual durante el gobierno de Piñera, cayó a un promedio del 1,8 por ciento.
Excluido de mandatos consecutivos por la Constitución de Chile, Piñera había pasado sus años en la oposición ampliando su coalición conservadora antes de que su historial económico, y el temor de que el candidato de Michelle Bachelet, Alejandro Guillier, llevara a Chile aún más hacia la izquierda, le dio una segunda victoria en 2018.
Para entonces, sin embargo, el enfoque bipartidista que había subrayado la política chilena se había derrumbado, inaugurando un período de malestar social alimentado por la ira por los crecientes costos, particularmente de la atención médica, la educación y los servicios públicos, mientras los salarios permanecían estáticos. Seis años de estancamiento económico habían hecho que las profundas desigualdades de Chile fueran menos tolerables.
Piñera llevaba un año y medio en el poder cuando en octubre de 2019 declaró el estado de emergencia bajo los poderes de la era Pinochet, autorizando el despliegue del ejército chileno para imponer el orden, después de que turbas enojadas de manifestantes destrozaran estaciones de tren y prendieron fuego a edificios en la mayor ola de protestas sociales desde la dictadura.
Las manifestaciones duraron meses; El crecimiento económico y la inversión se desplomaron. Al menos 20 personas murieron en los disturbios y más de 1.000 resultaron heridas. La gente recordó la década de 1970, cuando 40.000 personas fueron asesinadas, torturadas o encarceladas bajo Pinochet. La gestión de la crisis por parte de Piñera, que calificó de “guerra contra un enemigo poderoso que no respeta a nada ni a nadie”, fue ampliamente criticada.
En un intento por encontrar una solución política, Piñera convocó a todos los partidos con miras a reescribir la constitución, que conservaba elementos autoritarios y seguía siendo ilegítima a los ojos de muchos chilenos. Durante los siguientes cuatro años se convocaron convenciones constitucionales que elaboraron propuestas radicales, primero de la izquierda y luego de la derecha, las cuales fueron rechazadas en referendos. La derrota más reciente fue en diciembre, cuando los votantes rechazaron un programa respaldado por Piñera que habría dado al sector privado un mayor papel en áreas como salud, educación y bienestar social.